domingo, mayo 25, 2008

Qué noche la de anoche

- Qué noche hermosa, pensé. Y quizas moví un poco los labios como si hablara. A veces me descubro en esos movimientos involuntarios, sobre todo cuando estoy sola. Justamente, estaba sola. La caminata desde Av. San Martín hasta casa fue solitaria en lo más absoluto. Sí, autos pasaron y muchos. También crucé un gato. Me miró a los ojos, fijo. No estoy exagerando. Fijo fijo. y cambió la cara-placida-descanso-en-medio-de-juegos-nocturnos a cara-de-susto-huyamos.
Mientras pensaba en la hermosa noche (y unía las sensaciones momentaneas a otras mágicas de más temprano en la salida) entrecerré un poco los ojos y los dirigí hacia el cielo, (intentando llegar hasta Saturno que me dijeron "está re fuerte" (!)) y me lloviznó en la cara. La llovizna completó el cuadro, y apesar de que cualquiera sabe que lo mejor es apurar el paso, no pude. Caminé despacio, casi convencida de que era imposible que fuese a mojarme demasiado o que en algun momento se rompiera esa soledad que me rodeaba. Que me rodeaba en ese momento, no antes, mientras viajaba semiabrazada en el 57. Y digamos que no era un abrazo de cariño... o si, bueno, por las dudas yo no pregunté. Además, se hacía muy difícil preguntar algo en el bondi, porque todos estaban muy compenetrados coreando "el guardaespaldas" junto a whitney houston. Casi que en medio de esta imagen me doy cuenta de que soy injusta en no ver un poco de cariño en el gesto de abrazo y apelotonamiento que había en el colectivo.
Además, tengo que reconocer que en la fiesta estabamos bastante apretujados y podía notarse un cariño reinante. Dejemos lo del cariño de lado. EN esa casa ocurrían cosas maravillosas, aunque mirándolo desde otro lado, quizás alguien considere más maravilloso haber descubierto un lugar donde hacen los knishes con masa más fina que los de mi bobe pero la salsa para pizza no les sale.
Puede ser que esta sensación, ésta, la que me llevó a escribir tenga que ver con la exteeeensa duración de cada música que se tocaba en la fiesta. Al final, creí que no, pero me debe haber llevado a un estado particular, tanto acordión tanta percusión junta.
Y ya no sé si soy la misma, después de haber sentido cómo el aire puede rebotarme en la mano.